El verano nos dejó y para muchos de nosotros se llevó rutinas diferentes respecto a las que mantenemos a lo largo del año. Como ejemplo, más horas de ejercicio físico, momentos dedicados al ocio y tiempo libre, a estar con amistades o familia, viajes, etc. En definitiva, es un tiempo que dedicamos en mayor medida a la expansión y el disfrute, que en sí mismo es positivo para nuestra salud y sensación de bienestar.
Al retomar la rutina, a menudo unos lo hacen con nuevos propósitos y desde la ilusión y fuerza que aporta la motivación cuando es intensa. Otros en cambio sienten pereza o desgana ante la vuelta al trabajo, el cole de los hijos, los días más cortos, etc.
Uno de los propósitos más habituales al final del verano es el de empezar a hacer ejercicio físico y mantener el hábito en el tiempo. El primer paso muchas personas lo ejecutan con facilidad empujados por esa motivación, pero de esas, unas van poco a poco dejando de ir al gimnasio, otras van pasando de caminar unas horas a la semana a hacerlo la mitad, luego un poco menos, hasta que dejan de ir o lo hacen muy esporádicamente. Mientras tanto la culpa, la frustración o la falta de confianza en uno mismo van tomando terreno, para completar un círculo a menudo ya conocido de anteriores intentos.
¿Qué ha ocurrido en ese tiempo para terminar abandonando lo que se empezó con tanta ilusión? A menudo son varios los factores que intervienen, como algunas creencias que nos limitan e impiden que lo logremos, o la falta de herramientas para fortalecer y mantener la motivación y el plan de acción que en su día nos creamos.
Una de las claves para lograr un objetivo que nos recuerda el coaching se basa en dar pequeños pasos, pero firmes y mantenidos. Cuando de un objetivo de salud se trata, es fundamental hacerlo así. De modo que si en vez de comprometerme a ir a caminar cinco días a la semana cuando hasta ahora no voy ninguno me comprometo a ir dos días, y el resto de la semana incluyo pequeños gestos que aumenten mi actividad física (subir por las escaleras en vez de usar el ascensor, bajar una o dos paradas antes de la mía en el autobús, etc.), las probabilidades de llevarlo a cabo y mantenerlo, son mucho mayores. Cada día que lo haga mi confianza en mí mismo irá fortaleciéndose un poco y mi motivación seguirá viva. La toma de conciencia de lo que hacemos y lo que queremos para mejorar nuestra salud son fundamentales, así como una planificación realista de lo que haremos. Pero es la acción la que nos demuestra que podemos conseguirlo y la vía para encontrar nuevas alternativas.
Además, podemos rescatar alguna de las rutinas positivas para nuestra salud y bienestar que teníamos en estos meses de verano. ¿Qué he hecho durante estos meses que me hacía sentir bien? ¿Cómo puedo incorporarlo de nuevo a mi vida?
Almudena Fernández González
Coach en Salud, Enfermera de Empresa y Antropóloga
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